Yo no creo que podrás dormir tranquilo.


Por. Hecmilio Galván
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15 de diciembre de 2008



Después de dejar una larga estela de sangre tras de ti.

Después de dejar un millón de huérfanos, medio millón de viudas, y más de 3 millones de mutilados

Después de convertirte en el Señor de la Guerra y de los cañones.

Después de hacer brotar un mar de sangre y un océano de lágrimas.

Después de hundir la economía mundial.

Después de reírte de los millones que salieron a repudiar tu presencia por donde quiera que pisasteis.

Ahora campante y sonante piensas dar un portazo tras de ti, e irte con tu rostro sonriente y la marca de un zapatazo valiente que no pudo ser.

Por lo menos, el mundo, que te aborreció, dejará de ser víctima de tus sandeces. No volveremos a ver (al menos esperamos) las burlescas escenas de tus frases sin sentido, tus delirios guerreristas y, sobretodo, tus insolentes amenazas contra cualquier país que no te rindiera pleitesía.

Los pueblos dignos de Cuba, Bolivia, Irán, Venezuela, Corea del Norte, Rusia y Siria podrán dormir ahora un poco más tranquilos.

Contigo también se irán, la Condolencia Rice, los negociantes de la muerte, Cheney y Runsfeld, Paul Wolfowitz y otros, que ni quiero recordarme.

Te vas con tus vuelos secretos, con tus torturas en Guantánamo, con tu Abu Graib, con tus TLC´s, con tus recortes tributarios para ricos, con tu Muro de la Vergüenza y con tu Plan Colombia.



Te vas con tu Guerra Infinita y con muchos más fracasos que éxitos en todos los sentidos.

Dejarás solo a Álvaro Uribe, a Alan García y a Calderón, que tendrán ahora que arrastrarse en busca de un nuevo amo.


Nunca, como ahora, el imperio norteamericano fue tan aborrecido. Tu sucesor, Obama, tendrá que hilar fino para no terminar de echar “este gran país” por el barranco.

Has dejado una mancha imborrable en la conciencia del mundo entero que te detesta a ti, a tus hechos, y que lo transmite a tu falsa libertad, a tu democracia amañada, y al supuesto sueño americano que se desvanece.

Te fuiste sin firmar el Protocolo de Kioto, ni hacer la reforma migratoria, pero también, sin instalar el escudo antimisiles en Europa y sin encontrar al Osama Bin Laden que ustedes mismos crearon.

Te vas dejando el rancho ardiendo y así pretenderás dormir tranquilo el resto de los días que te quedan.

Aunque no haya un juicio justo que castigue tus excesos; aunque no se dé el camino de la justicia formal que te ponga a pagar al menos una parte de tus abominables crímenes de sangre, si no se consigue el castigo por las buenas, aun así, tampoco creo que podrás dormir tranquilo.

Te perseguirán un millón de fantasmas de día y de noche; te perseguirán las fotos de los niños muertos y de los destrozados, los soldados muertos y lisiados y sus madres, los recuerdos de las bombas, las luces destellantes y el sonido insoportable cuando caen y matan.

Te perseguirán, al menos, los rezos de cientos de miles que perdieron sus seres queridos, sus sueños, su tranquilidad, en la maldita guerra que por petróleo te inventaste.

Te perseguirán, sin duda, el dedo acusador y el remordimiento eterno.

Ahora no tendrás los miles de perros y sus mascotas cuidándote cuando te desplaces (sólo algunos), ni los blindados, ni los esbirros imperiales, ni las fuerzas especiales, ni los medios comprados para encubrir tus fechorías. Ahora quizás desciendas de tu trono y vuelvas a ser de carne y hueso.

Por eso, no creo que podrás dormir tranquilo ahora que volviste a ser mortal.

No creo que podrás dormir tranquilo, porque puede ser que un día, remota o tempranamente, en la tranquilidad de tu cama, en Texas, te despiertes y veas una lluvia de alguna cosa, que de seguro, no serán simples zapatos, y volverás a escuchar "Este es el beso de despedida, perro".

(Con el perdón de los perros)






*En homenaje al valiente periodista Mountazer Al Zaidi y al pueblo iraquí que resiste en medio del dolor.