harla de Georges Santoni Recio
Por ante La Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana
- 10 de noviembre del 2010 -


Señor Presidente y demás miembros del Consejo de Directores de la Cámara Americana de Comercio,

Señora Ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Licda. Ligia Amado Melo,

Señores Miembros del Ministerio de Educación de la República Dominicana,

Distinguidos invitados, amigos todos.

Quisiera comenzar por extenderle un sentido agradecimiento a esta Honorable Cámara Americana de Comercio por la gentil invitación a compartir con ustedes algunas reflexiones sobre un tema tan importante, más aun, tan determinante, como es la educación del país.

Las gracias igualmente a todos ustedes por acompañarnos esta tarde.-

La palabra “urgente” es sin duda una que ha perdido impacto por sobreuso. Hoy en día prácticamente todo es urgente. Este calificativo ya difícilmente nos mueve a la acción.

Pero con relación al tema de esta tarde, “El urgente desafío de convertir la educación en prioridad nacional”, entendemos que realmente se justifica.

Aunque no es mi objetivo abundar sobre la importancia de la educación ante un escenario como éste, al menos permítanme compartir algunos conceptos básicos en torno al tema.

En primer lugar la educación es un derecho permanente e irrenunciable del ser

humano. Así lo consigna la Carta Universal de los Derechos Humanos, la Constitución e importantes leyes, como la Ley General de Educación No. 66-97 y la No. 136-03, también llamada, Código para la Protección de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, y varios tratados internacionales.

Por otro lado, la vinculación entre la educación y el desarrollo de un país está más que probada. Mejores niveles de educación se traducen indiscutiblemente en mayor productividad, crecimiento económico, salubridad pública, bienestar social y desarrollo sostenible. La educación es también un medio indispensable para aumentar la participación democrática y lograr el respeto de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. La educación es imprescindible para la institucionalidad.

El Informe de Desarrollo Humano 2010, reitera que “la verdadera riqueza de una nación está en su gente” y que “los países que han logrado ser ricos son los que invirtieron enormes recursos en salud y educación”.

Pero lo que nos concierne hoy es explicar el porqué el tema es de impostergable atención. Y para eso permítanme darles un poco de contexto, examinando brevemente dónde nos encontramos hoy, y como llegamos aquí.

Dicho llanamente, tenemos uno de los peores sistemas de educación en el mundo. Lejos de ser una opinión personal, es una simple constatación objetiva de recientes evaluaciones y estudios internacionales, algunos de los cuales me permito citar a continuación:

· El Segundo Estudio Regional Comparativo Explicativo (SERCE) del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de la UNESCO de 2008. En las pruebas aplicadas a estudiantes de español, matemáticas y ciencias en 3er y 6to grado de primaria, entre los 16 países participantes, quedamos en el último lugar.

· La encuesta del Foro Económico Mundial del año 2010, situó a la República Dominicana en el lugar No.137 de 139 países encuestados en educación básica, y en el lugar 133 en educación superior, perdiendo además seis puntos en el nivel de competitividad con relación al año anterior.

· Y para citar el caso más reciente, tenemos el Estudio Internacional sobre Educación Cívica y Competencias Ciudadanas, que se aplicó a 4,589 estudiantes de octavo grado de 144 centros educativos de República Dominicana, tanto públicos como privados. Los resultados se dieron a conocer el 30 de septiembre de este año, donde entre 38 países encuestados, quedamos en último lugar.

Sin cruzar las fronteras de la nación, un reciente análisis sobre los resultados de las Pruebas Nacionales muestra que desde el año 1998 se observa una tendencia decreciente, que afecta por igual tanto a alumnos de centros públicos como privados.

Así que el decir que hemos tocado fondo en la educación dominicana, no es una exageración.

Ustedes se preguntarán: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por difícil que pueda parecer, hemos estado aun peor.

Cuando EDUCA fue fundada en 1989, al final de la llamada década perdida, la República Dominicana estaba sumergida en una grave crisis económica y la educación pública, al borde del colapso, con muy baja cobertura de aulas, pobre porcentaje de promoción de curso, altos índices de sobreedad y masiva deserción de profesores, cuyos ingresos eran menores al salario mínimo y eran reemplazados por bachilleres sin formación. El sindicato de maestros se mantenía entre paros y huelgas, amenazando en más de una oportunidad la pérdida de los períodos escolares.

En cuanto a la inversión en educación, la misma era de menos del 1% del Producto Interno Bruto, llegando a alcanzar en el 1991 la vergonzosa cifra de 0.53% del PIB.

Fue entonces cuando la sociedad dominicana se embarcó en la iniciativa del primer Plan Decenal de Educación 1992-2002, proceso que llegó a convertirse en modelo para otros países de la región. El Plan dio como resultado un conjunto de medidas y logros, entre los cuales hay que destacar la ampliación de la cobertura en los niveles de educación básica, la transformación del currículo, la formación y titulación de maestros y técnicos y la parcial mejora de las condiciones de vida de los docentes, por citar los aspectos más relevantes. De ese Plan también surgió un nuevo marco legal, la Ley General de Educación No. 66-97 sustituyendo la arcaica ley del 1951.

Hoy, ya han transcurrido casi 20 años desde esa hazaña. Se han formulado dos planes decenales más: uno en el 2003, que apenas vio la luz tras su formulación; y el otro, iniciado en el 2008, cuya implementación ya se ve amenazada.

Pero tras el impulso inicial de las reformas fruto del Plan Decenal 1992-2002, el progreso educativo de la República Dominicana ha sido lento y no se ha cumplido con la programación consensuada, ni con los mandatos de la ley, produciendo los bajos resultados de nuestro desempeño en relación con la de nuestros vecinos.

Es por esto que hablamos de crisis en la educación dominicana.

Sin embargo, esto no significa que todo esté perdido. Aunque las necesidades y expectativas no han sido cubiertas, los resultados que se han ido obteniendo, e incontables casos positivos en la educación dominicana, nos mueven a pensar que la situación general puede cambiar. Tanto en el sector público como en el privado, encontramos experiencias acertadas, que merecen ser citadas:

* El Ministerio de Educación ha lanzado interesantes iniciativas en busca de la mejoría. Entre éstas, podemos citar la meta del 1000x1000 horas de educación y de calidad. Desde hace años, en EDUCA, luego de conocer el escaso cumplimiento del horario a través de las encuestas realizadas con la Gallup, veníamos abogando porque el Ministerio adoptara mecanismos para mejorar el cumplimiento de las horas de docencia, como un primer paso para alcanzar una educación de calidad.

* Otra luz en el panorama educativo es el inicio de un proyecto de descentralización, algo que siempre hemos visto como imprescindible para la mejoría del sistema. Nos referimos al convenio firmado por el MINERD con el Centro Poveda para la administración de la Dirección Regional No. 10 de Santo Domingo. Los resultados no se están haciendo esperar y ya hemos visto cómo en esta regional se logró en el recién pasado año escolar una asistencia de más de un 97%, de acuerdo a los datos suministrados por el propio Ministro de Educación.

* Otro ejemplo positivo es el esfuerzo por el fortalecimiento de las asociaciones de padres, madres y amigos de la escuela y la creación de los Consejos de Curso para ampliar la participación de las familias en los centros educativos.

Al lado de las iniciativas eminentemente públicas, encontramos un sinnúmero de experiencias en otras instituciones de la sociedad, algunas de ellas fruto de acuerdos con la cartera educativa. El caso de las escuelas de Fe y Alegría es uno de los mejores ejemplos. Mediante acuerdo con el Ministerio de Educación, cuenta con 30 centros educativos públicos en todo el territorio nacional, atendiendo a unos 30,000 estudiantes, con resultados académicos altamente positivos.

Asimismo, es de destacar una creciente participación del empresariado apoyando programas educativos en coordinación con organizaciones no gubernamentales en escuelas, liceos y espacios comunitarios, como parte de sus capítulos de Responsabilidad Social Empresarial. Entre esas iniciativas se encuentra la conocida experiencia de la Fundación Falcondo, ya con 20 años de experiencia apadrinando escuelas, la Fundación Brugal, con su programa de becas e investigación para la educación, y más recientemente, la Fundación INICIA, que va ampliando significativamente el apoyo a programas educativos. Esta misma Cámara Americana de Comercio emprende el proyecto Educación para la Competitividad, al igual que Grupo Rica, Propagas y EgeHaina, entre muchas otras. Y hasta la Major League Baseball, la cual reconociendo el valor de la educación integral en la productividad profesional de los deportistas, le ofrece a los prospectos locales un programa educativo especial al tiempo que se entrenan y también apoya a las comunidades donde operan con programas educativos para la juventud.

Nosotros mismos en EDUCA desarrollamos distintos programas en ese sentido. Apenas hace un par de semanas concluimos la XIV edición del Seminario Aprendo, con los auspicios del Banco Popular Dominicano, que convoca alrededor de 800 profesores de instituciones públicas y privadas, y junto con otros socios participamos en la innovadora estrategia de Espacios para Crecer, que busca rescatar a niños y adolescentes del trabajo infantil, en un proyecto financiado por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos (USDOL). Es de señalar que esta estrategia, de diseño netamente dominicano, ha sido exitosamente exportada a Colombia y ha recibido reconocimientos internacionales.

Pero no obstante esas grandes luces, las sombras en el sistema en su conjunto son innegables. Seguimos con serios problemas de deficiencia de aulas, según datos del mismo Ministerio el déficit actual asciende a más de 9,000, resultando aulas con más de 60 niños, que además se deterioran muy rápidamente por impartirse docencia en tres tandas, la matutina, la vespertina y la nocturna.

Seguimos igualmente con problemas de formación de los docentes, y de gestión en los liceos. En resumen, estamos lejos de cumplir el mandato constitucional de ofrecerle una educación de calidad a nuestra juventud.

Y uno se pregunta: ¿Por qué? ¿Qué nos ha impedido que luego de haber logrado un consenso de toda la sociedad dominicana y tener niveles impresionantes de desarrollo económico, no hayamos podido avanzar más, cuando otros países que estaban iguales o peor que nosotros hace 20 años, hoy exhiben mejores indicadores en educación? ¿Qué han hecho esas naciones?

Pues bien, han invertido y han logrado un verdadero consenso nacional en torno a la prioridad de la educación. El promedio de inversión para educación en América Latina es de un 5.1% del PIB y un vecino cercano como Costa Rica, recientemente modificó su constitución para elevar la inversión en la educación de un mínimo de 6% a un 8% en el año 2014. Nosotros invertimos solamente un 1.98%, pese a que, como es bien sabido, la Ley exige un 4%.

En esto la principal responsabilidad le corresponde a los gobiernos, quienes desde el 1966 hasta la fecha, por una mentalidad de corto plazo, no han priorizado la educación. Todos han preferido darle recursos a otros proyectos.

Sin embargo, no podemos atribuir la falta exclusivamente al gobierno. La compartimos todos los que integramos esta sociedad, permaneciendo silentes y pasivos ante la situación. Han sido círculos viciosos que se concatenan. Como en muchos otros casos de servicios públicos deficientes, buscamos soluciones por otros lados, con proveedores privados.

¿Y cuál ha sido el costo de esa ceguera colectiva con relación a la educación? Ha sido enorme.

En primer lugar, ha sido una actitud irresponsable hacia los niños a quienes castramos la posibilidad de un mejor futuro y una mejor calidad de vida al no darle el mínimo de educación que se merecen. En especial, a los que están en situación de riesgo, combinando una precaria asistencia a clases con arduas jornadas de trabajo.

Y qué decir de los miles de adolescentes que no tienen cabida en la educación secundaria como preparación a una carrera universitaria o la oportunidad de recibir una formación técnica que les permita entrar debidamente preparados al mercado de trabajo. La Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo del Banco Central del 2008 ilustra esta situación con dramáticas estadísticas.

Pero hay también otros efectos aún más nocivos. El incremento de los niveles de corrupción, de criminalidad, de delincuencia, de embarazo adolescente, de consumo y tráfico de drogas, del caos en el tránsito vial de nuestras ciudades, y del deterioro de nuestra siempre frágil institucionalidad, está directamente ligado a nuestras carencias educativas.

Y hasta me iría más lejos, la poca importancia que le hemos dado a la Educación hasta ha afectado el carácter nacional. Nos hemos convertido en una sociedad de inmediatistas, de “resolvedores”, de improvisación. No le hemos dado la necesaria importancia al trabajo duro, a la competencia y a la formación.

Si queremos desarrollar nuestro mercado interno es imperativo subir el nivel de ingreso per capita de nuestros habitantes y la única fórmula comprobada es la Educación. Si queremos convertirnos en una potencia turística hotelera, no basta con la belleza geográfica y natural, es necesario transformar nuestros recursos humanos con una mística meritocrática que no solo toque el intelecto, sino incluso las fibras de nuestros valores éticos y mórales, y esto no se logra sin Educación.

El país está condenado a una progresiva degradación si no revertimos esto ya.

Pero, ¿qué hacer?

Cómo No hacerlo:

Antes de explorar junto con ustedes las maneras de enfrentar este gigantesco desafío, creo que convendría rápidamente examinar qué no debemos hacer.

Primero: No debemos hacer más diálogos, consensos o diseño de más planes y estrategias. Ya el tema está más que estudiado, debatido y analizado. Hemos pasado por el Dialogo Nacional, la Cumbre de las Fuerzas Vivas de la Nación, la Cumbre por la Unidad Nacional para enfrentar la Crisis Mundial, el Pacto Social por la Calidad de la Educación, y el ya mencionado, Plan Decenal 2008-2018 y los otros que lo han precedido. Y los compromisos de financiamiento asumidos por el Gobierno en todos ellos han sido incumplidos.

El último Plan Decenal define y cuantifica los elementos que el sistema requiere para brindar una educación de calidad. Muchos dicen “Las autoridades no sabrían que hacer con más recursos”. Eso es falso. El Plan Decenal dice exactamente lo que se haría con esos recursos.

Se construirían 9,711 aulas y se rehabilitarían 12,572, a un costo de US$1.6 mil millones de dólares. Se contratarían 58,687 maestros, de los cuales 13,390 se incorporarían al sistema durante el período comprendido entre el 2010 y el 2012. Se incrementaría la formación de los maestros, se ajustarían salarios, se establecería un fondo para el mantenimiento de los planteles, entre muchas otras inversiones necesarias.

Pero estos parámetros de inversión están basados en un compromiso gubernamental de asignación de presupuesto que nunca se ha cumplido, ni siquiera en el primer año de implementación. ¿Cómo podemos pensar entonces seriamente en embarcarnos en una estrategia nacional de 20 o 30 años?

Segundo: No necesitamos nuevas leyes. Hemos tenido una exagerada producción de leyes en los últimos años, llegando a pensar que la solución a un problema es simplemente crear una ley. Al contrario, tener un exceso de leyes le puede hacer daño al país, porque aumenta la brecha del cumplimiento y provoca un mayor desconocimiento a la ley. Ya tenemos la Constitución y la Ley General de Educación. Lo que hay es que cumplirlas.

Algunos hablan de hacer una huelga fiscal, reteniendo el pago de sus impuestos basado en el incumplimiento del Gobierno de distribuir el ingreso según establece la ley. Argumentan estos que no puede hacerse cumplir la ley solo para el cobro, pero ignorarla para el gasto. Pero esto no lo aconsejamos, ya que irse por el derrotero de una confrontación de ese nivel aumentaría la crispación nacional y es algo que no necesitamos.

Entonces, ¿cómo hacerlo?

Primero: Exigiendo. Como ciudadanos debemos exigir de nuestros mandatarios (para los no abogados, los mandatarios son aquellos a quienes podemos mandar) que cumplan las leyes por todos los mecanismos legales posibles. La ciudadanía tiene que adoptar la posición de que no es un favor que se pide, no es una exhortación, es un mandato. No recibir del Gobierno la atención que merece la educación es ilegal, inmoral y la ciudadanía tiene todo el derecho de exigir que esto cambie.

Segundo: Haciendo. Todos debemos unirnos y hacer lo necesario para priorizar la Educación. Pero un verdadero compromiso no puede ser solamente cosmético. Como todo esfuerzo humano, sea físico o intelectual, si realmente vale la pena, cuesta trabajo y mucho sacrificio. Implica darle preferencia a la Educación sobre otros proyectos favoritos.

Y es por esto que a continuación nos permitimos plantear algunas de las difíciles decisiones que distintos estamentos de la sociedad podrían tomar para verdaderamente priorizar la Educación:

Al Presidente de la República, que pare el metro, o por lo menos reduzca la cantidad de recursos que se le asignan, para dedicárselos a la Educación. Es difícil de justificar la inversión en una mega obra antes que financiar la Educación. Por demás, hay un aspecto de legalidad. El 4% para la Educación está consignada en una ley aprobada por el Congreso, sin embargo, la inversión en el metro nunca ha tenido un respaldo legal. Tampoco tiene una justificación en cuanto a su rentabilidad social. Numerosos estudios confirman que la inversión en educación básica es una de las más rentables que puede hacer un conglomerado social, sobre todo en el estadio de desarrollo de nuestro país. Es la única vía hacia una verdadera sociedad del conocimiento.

Que se reduzca la excesiva nómina pública, eliminando los vice ministros y otros cargos no contemplados en la ley, la mayoría de ellos devengando grandes salarios. Con la economía de gastos es mucho lo que se puede hacer en el sistema educativo.

En fin, que se hagan recortes en el presupuesto de otros programas para reubicarlos en la función educación. Lo primero debe ser cumplir con el 4% para Educación, y después distribuir las otras partidas. La Coalición Educación Digna ha sometido una propuesta detallada de cómo se podría subir el presupuesto educativo y cuáles programas se podrían recortar.

A titulo de ejemplo, un aula se puede construir con $20 o $25 mil dólares, por lo que con solamente suprimir la compra de una jeepeta para un funcionario, se pueden construir dos o tres aulas.

El Ministerio de Educación de la República Dominicana debe impulsar una reingeniería de su estructura, acorde con los postulados del Plan Decenal, para mejorar los niveles de eficiencia e institucionalidad.

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) también puede contribuir con su cuota. Al final de todo, la educación descansa en los maestros. Hay maestros que son excelentes y otros que evidencian deficiencias en su desempeño. El sistema de compensación en vez de ser fijo, debe reflejar esa diferencia de calidad para que los maestros con buen desempeño, medidos por los resultados de los estudiantes en las pruebas nacionales o a través de otros mecanismos de evaluación que pueden ser determinados de forma consensuada, reciban los incentivos correspondientes.

A los congresistas que renuncien a sus barrilitos, o a una parte de ellos. Si bien el propósito ostensible de esta asignación es para acciones sociales, qué mejor acción social que aportárselo a la Educación. Con un barrilito de cinco millones de pesos se podrían construir 6 aulas. Es de reconocer a la senadora Cristina Lizardo, quien anunció que ha entregado en este año el 15% de su barrilito para la alfabetización de más de seis mil personas de la provincia de Santo Domingo.

Pero más allá del aporte de sus barrilitos, los legisladores pueden y deben rendirle un servicio histórico a la patria, y es cumpliendo con su mandato constitucional con el presupuesto. Son ellos los finales depositarios de la responsabilidad del pueblo en distribuir los recursos, y por tanto tienen la potestad para aumentar dramáticamente lo que le corresponde a Educación. A ellos les hacemos el más enérgico llamado por el 4%.

A los empresarios que incorporen el tema educación como reivindicación principal en sus conversaciones con el Gobierno. No hablar de temas fiscales ni de otra índole, sin antes exigir de manera unificada y en bloque el 4% para la Educación y la priorización del sector. Así lo hizo el empresariado en Brasil, y ha provocado una verdadera revolución en el tema educativo.

A los padres, estudiantes y jóvenes, que se organicen y que exijan. No podemos constantemente esperar que los gobiernos súbitamente tomen conciencia por algo que, aunque importante, no genera votos. Los padres tienen que estar presentes, constituirse en asociaciones y exigir por la mejoría de las escuelas. Nosotros en EDUCA, con los escasos recursos que contamos, financiamos en los años 2005 y 2008 unos estudios con la Gallup sobre el cumplimento del horario escolar, que indicaron que en promedio se impartía apenas unas 2.5 horas de clase, en vez de las 5 exigidas por ley. Pues bien, ese es un elemento que las asociaciones de padres pueden utilizar como punto de partida para monitorear el cumplimiento de profesores y directores de los centros donde sus hijos estudian.

Un ejemplo que merece nuestro reconocimiento es el surgimiento del grupo integrado por jóvenes “Cerito y Cruz”. Con recursos mínimos, pero con gran ingenio, han impactado a miles de personas a través de las redes sociales con su video sobre la situación de la educación dominicana, y nos han dado una lección de lo que se puede hacer cuando hay interés y compromiso.

Y finalmente, a cada ciudadano individual. No podemos criticar sin aportar aunque sea nuestra pequeña cuota. Cada ciudadano puede hacer algo, en esta lucha por tener una mejor educación. Por ejemplo, los que tenemos la suerte de estar en el 24% que tenemos a nuestros hijos en colegios privados podemos llevar en alguna ocasión a nuestros hijos a un liceo público, para que por lo menos vean cómo es que vive el otro 76% de la población. Y es bueno recordar que muchos colegios de barrio, que son la mayoría de los privados, no se diferencian significativamente de las escuelas públicas en sus instalaciones físicas.

Podemos apadrinar escuelas, aun soportando las vicisitudes y desafíos que de seguro resultarán de tal iniciativa.

Otra oportunidad es la de unirse a la campaña de la Coalición Educación Digna. Hay varias formas de hacerlo: Acompañe la vigilia frente al congreso, compre su sombrilla amarilla con el mensaje del 4% para Educación, pase por allá y firme, difunda los mensajes por correo electrónico, imprima la banderola y péguela en su oficina o vehículo, envíe mini mensajes de apoyo a la coalición o colabore aunque sea con una botella de agua para aquellos que pasan largas horas en esta jornada cívica.

O simplemente envíe una carta a su senador o diputado con cuatro palabras, diciéndole: “Yo exijo el 4%”.

Porque solamente podremos lograrlo si todos los dominicanos nos esforzamos en esta tarea. Se puede visualizar un país con mejor calidad de vida preservando lo mucho de bueno que tiene nuestro pueblo, pero comenzando a erradicar la corrupción, las deficiencias institucionales, la criminalidad, la desigualdad, y esto se hace fundamentalmente invirtiendo en nuestras nuevas generaciones, invirtiendo en Educación. Los resultados los veremos al cabo de muchos años pero de una manera sólida y arraigada.

Recientemente lo dijo de manera muy elocuente el presidente de Uruguay, José Mujica:

“LA EDUCACIÓN ES EL CAMINO

Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.

Y miren que es un puente largo y difícil de cruzar.

Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.

Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas. Pero hay que hacerlo.

Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.

Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico del Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento”.-

No es con esfuerzos cosméticos de leyes y planes bonitos, es con hechos y acciones decididas. Y es por eso que buscamos reagrupar a todos los sectores nacionales en esta campaña bajo el lema de “Todos Por la Educación” (TOPE), lo cual nos recuerda a la famosa frase “que linda en el TOPE estás, bandera dominicana” para que definitivamente la República Dominicana pueda alcanzar ese sitial. Sin propósito de ser patriotero, pero en ciertos momentos hay que recordar la frase de nuestro himno nacional “Ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente y servil”. Hemos sido indolentes. La verdadera libertad, solo la podremos alcanzar cuando rompamos las cadenas de la ignorancia, invirtamos en nuestra juventud, prioricemos la Educación y así tendremos el país que nos merecemos.

Muchas Gracias.