Filiberto Ojeda

Mensaje de Elma Beatriz Rosado, la viuda de Filiberto Ojeda, en la Presentación del libro Cita con la injusticia Universidad Sagrado Corazón, el 29 de octubre de 2009

Buenas noches.

Agradezco a la periodista Daisy Sánchez, la invitación para participar en la presentación de su libro Cita con la injusticia. Me siento honrada por esta invitación, que proviene de una puertorriqueña valerosa y una periodista íntegra. Mi saludo a Daisy, a su familia, al Presidente de la Universidad del Sagrado Corazón, a la Editorial [Norma] a los oradores invitados y a todos los presentes.

Quiero dedicar estas palabras a Laura Rivera Meléndez, otra periodista puertorriqueña, ejemplo de integridad. Laura, dicen sus compañeros, resentía que sus trabajos fueran editados, y prefería que su nombre no apareciera, antes de que la nota expresara ideas que ella no compartía. El último trabajo periodístico de Laurita no fue una asignación, sino una solicitud, inminente, de su parte: cubrir el día en que el pueblo puertorriqueño despedía en Río Blanco a Filiberto Ojeda Ríos. Nadie imaginaría que, exactamente, siete días después, ella acompañaría a Filiberto. Para ella, estas palabras.

Se me ha pedido que represente a la voz ciudadana. A la ciudadanía, a las y los puertorriqueños. Cumpliré en parte, con esa solicitud, pero, no he logrado enfocarme meramente como una ciudadana, porque vivo en un país que no es libre. Me presento como puertorriqueña, pero también como independentista. No intento ser neutral, sólo hablaré con la verdad. Pienso, que si mi país fuera libre, podría expresarme, solamente como una ciudadana. Hoy, no puedo.

Quisiera partir de la denuncia. Comienzo por citar el editorial de un boletín publicado por el Ejército Popular Boricua - Macheteros, correspondiente al trimestre de julio a septiembre de 2005, es decir, palabras vigentes al momento del asesinato de Filiberto.

El pasado 9 de julio la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO), en esos momentos bajo la presidencia de la valiente periodista Daisy Sánchez, aprobó varias resoluciones, todas condenatorias de lo que es la violación de los derechos de nuestros periodistas al ejercicio de la libertad de prensa.

Hace algunos meses, cuando nuestra organización intentaba enviar un comunicado de prensa dirigido a algunos periodistas y a los medios de comunicación, nos encontramos en la necesidad de denunciar el hecho de que esos comunicados estaban siendo intervenidos directamente en algunas oficinas de correos, por directrices del Buró Federal de Investigaciones. Esa violación del derecho de los periodistas a recibir información de todos los sectores de nuestro país, que son parte del quehacer social y político de Puerto Rico, ha sido una constante, aunque, como es natural, pasa desapercibida debido a los controles que esa agencia represiva ejerce sobre todos aquellos que coloca bajo su mirilla.

Para Daisy Sánchez y los periodistas de la ASPPRO, no pasaban desapercibidas las violaciones de los derechos de los periodistas al libre ejercicio del periodismo. En julio de 2005, aprobaban las mencionadas resoluciones, y en el caso particular de Daisy, constituía una reafirmación de su compromiso con la ética periodística, compromiso por el cual fue puesta a prueba su integridad y su voluntad, a partir de septiembre de 1991.

En 1991, Daisy Sánchez entrevista a Filiberto Ojeda Ríos, desde el clandestinaje, tal y como lo relata en el capítulo que titula “Con Filiberto Ojeda”. Cito a Daisy: ” Pensaba que exageraban al describirme las medidas que podrían tomar las autoridades para obtener información detallada sobre cómo se había realizado la entrevista. Pero el tiempo se encargaría de demostrarme que ellos estaban en lo correcto”. Más adelante, relata Daisy, “Les aseguré que a pesar de los contratiempos que pudiera traerme con las autoridades federales, me comprometía a proteger mis fuentes.” Estrechando la mano de Filiberto por última vez, Daisy regresaba del clandestinaje a su mundo familiar y periodístico, para enfrentar, lo que con toda probabilidad, significarían los peores momentos de su vida.

Nadie sabía el destino que enfrentaría la periodista luego de la entrevista a Filiberto. Pero, el FBI, con suma diligencia, se encargaría de demostrar el grado al cual el gobierno de Estados Unidos estaba dispuesto a llegar, para vengar tal afrenta. En sus propias caras se llevó a cabo la entrevista, afirmando lo que Filiberto solía decir: no hay que sobreestimarlos; no hay que creerlos tan inteligentes. El gran fracaso del FBI, es, que teniendo contingentes de agentes especiales y expertos, durante quince años de investigaciones, y de intensa persecución, no pudieron dar con el paradero de Filiberto. La información se la proporcionaron, se la llevaron hasta las propias oficinas del FBI, y éstos la compraron por monedas de plata, y es por esa delación, como se llega al evento final que significó la emboscada, ataque, tortura y asesinato de Filiberto por el FBI, en un operativo comandado por quien actualmente dirige ese cuerpo represivo en Puerto Rico, operativo en el cual también participó a quien han designado jefe de la policía de Puerto Rico, para humillación y vergüenza de las puertorriqueñas y los puertorriqueños con dignidad.

En el caso de Daisy, la estrategia del FBI y del Departamento de Justicia de Estados Unidos, tenía los visos de una emboscada -lo que es su estilo, cuando de tratar con independentistas puertorriqueños se refiere. A Daisy trataron de emboscarla. La habían citado varias veces al Gran Jurado. Suspendían la citación. Trataban de causar incertidumbre. Asignaron el caso al Juez Clarie, lo que ni siquiera amedrentó a Daisy, y eso es algo que hay que resaltar. Ese había sido el juez asignado para los casos de Los Macheteros, en 1985, en Hartford, y tenía fama de querer darles un escarmiento a Los Macheteros, denotando un extremo prejuicio.

La estrategia final la coronaban con una citación para el día 10 de diciembre, irónicamente, el Día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así de morbosos son. Que nadie piense que ellos no escogen los días de sus acciones infames. Querían hacer una burla de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, presentando el caso de Daisy, pensando que iban a ganarlo, y que junto con Daisy, humillarían no sólo a la clase periodística, sino a todos aquéllos que se atrevieran a pensar en defender sus derechos. Así también escogerían luego un 23 de septiembre, Día del Grito de Lares, para tratar de dar un escarmiento e intimidar al movimiento independentista puertorriqueño. Ninguna de las dos estrategias les funcionó.

Daisy se enfrentó a la situación con aplomo, y actuó según le dictaban su conciencia, su sentido de justicia y su entendimiento de lo que debe ser un periodista. El resultado es conocido por todos: prevaleció el derecho del periodista a proteger sus fuentes. La confianza depositada se mantenía intacta.

Sin embargo, a pesar de haber enfrentado tantos riesgos, la incertidumbre de un destino de cárcel -con las implicaciones de ausentarse de su familia y de su país- y su más dura prueba, la de pensar que no estaría junto a su hijo de cuatro años, a pesar de todo ello, en el año 2001, en una conferencia titulada Mujeres periodistas en riesgo, Daisy expresa:

No hay peor riesgo para una o un periodista que la autocensura y la censura previa.

Podemos vivir y sobrevivir los peores momentos. La persecución, el hostigamiento, los insultos de las turbas… Pero no poder escribir o transmitir algo que sabemos que es noticia… Que de antemano nos adviertan que no estamos autorizados a desarrollar, investigar o profundizar, eso es peor que un empujón o una detención. Porque se pretende arrestar nuestro intelecto, nuestra fibra de periodista.

Por ejemplo, durante los recientes sucesos en Vieques, todos sabíamos que ahí estaba la noticia. Que era importante, pertinente, relevante y de trascendencia, para nuestro país y para el mundo, lo que iba a acontecer en la Isla Nena.

Algunos medios decidieron - antes de los acontecimientos - limitar los espacios de la cobertura noticiosa. Allí donde estaría la noticia, no iban a estar los periodistas, no ya amenazados a ser arrestados por las autoridades federales, sino que pendía sobre ellos la guillotina de la “insubordinación” a una orden de la gerencia. Esto lo ordenaron buena parte de medios por consideraciones económicas, otros por consideraciones ideológicas, y otros por miedo, y todos pusieron en riesgo los principios del periodismo.

Las historias de los desobedientes civiles en Vieques, que definitivamente fueron los protagonistas de la historia, las conocemos hoy porque ellos las narraron en conferencias de prensa, luego de acontecidos los sucesos… ni un solo periodista estuvo allí, para presenciar y atestiguar el acontecimiento, donde TODOS sabíamos que se generaba la noticia.

La noticia más importante, ocurrida en nuestro país en el recién inaugurado siglo no tuvo ni a un solo periodista que la pudiera atestiguar. La cubierta periodística llegó hasta la verja, física y mental que nos impusieron.

Quienes no confían en los periodistas no les permiten acercarse, e imponen esas verjas, físicas y mentales de las cuales habla Daisy, y las que en muchas ocasiones les llaman perímetros. Si el 10 de diciembre de 1991 no se hubiese defendido la confianza y la ética periodística puertorriqueña, el 23 de septiembre de 2005 ni siquiera los puertorriqueños nos hubiésemos enterado de lo que pasó en Plan Bonito, y los perpetradores de la tortura y el asesinato hubiesen sido capaces de presentar hasta la versión de un ’suicidio’.

Hay también aquéllos que confían en los periodistas. Muchos conocen del respeto y la confianza que Filiberto tenía para la inmensa mayoría de los periodistas puertorriqueños. En 1991, Filiberto decidió colocar su confianza, junto con su seguridad, y la de compañeras y compañeros cercanos, en las manos de una periodista puertorriqueña. Dos años antes había colocado su destino en las manos de doce puertorriqueñas y puertorriqueños, diciendo: tengo confianza en el pueblo puertorriqueño. Confiaba en que los puertorriqueños tomarían la decisión correcta. No se equivocó.

Voy más allá de lo expresado por Daisy, con respecto al peor riesgo que enfrenta un periodista. Pienso que, peor que no poder escribir o transmitir algo que se sabe que es noticia, para un periodista, peor que eso, sería fabricar una noticia, o prestarse para ser cómplice o accesorio en ofrecer información falsa, inclusive con el propósito de manchar la reputación de algún ciudadano o ciudadana. Aquél que se presta a tales acciones, nunca será recordado o respetado, y no aparecerá su nombre junto a los de los periodistas dignos de este país.

En el libro, la periodista asegura que obtuvo la entrevista porque hizo el acercamiento adecuado a la persona correcta. Cabe la posibilidad, de que, más que por su acercamiento, Daisy obtuviera la entrevista por la ejemplar cobertura del juicio de Filiberto durante 1989, por su objetividad y por su integridad periodística. En ese mensaje que Filiberto le deja al final de la cinta, y del cual ella se percata varios años después, dice Filiberto:

Son estos momentos muy difíciles los que vive nuestra patria, y son momentos en los cuales se necesita mucho valor para tomar decisiones que sean totalmente, bien sea, defensivas de lo que es la lucha de nuestro pueblo por su libertad, pero también requiere mucho valor para decisiones que tienen que ver con la honestidad, en lo que son los reportajes periodísticos que se pueden dar. Y en ese sentido, quiero agradecer a Daisy que haya accedido a nuestra petición para hacer esta entrevista, y también enviarle a nuestro pueblo un mensaje de que siempre estamos presentes, que estamos en pie de lucha, que jamás habremos de ceder ante lo que son las presiones ejercidas por el gobierno de los Estados Unidos contra los luchadores y patriotas puertorriqueños y con la convicción inquebrantable de que sabemos que, sí, habremos de triunfar.

En su libro, Daisy, presenta como anejos, múltiples cartas y manifestaciones de solidaridad de personas y organizaciones. En esos anejos falta una expresión. La de Filiberto, con su eterna presencia, desde el clandestinaje. Existe un comunicado del Ejército Popular Boricua - Macheteros, de 1991, resaltando la valentía y la dignidad de Daisy, para enfrentar la batalla por hacer valer su derecho al libre ejercicio del periodismo, dispuesta a enfrentar las consecuencias del encarcelamiento. Posiblemente, alguien posea ese comunicado y pueda traerlo a la luz, para que permanezca, al menos, en las manos honestas de una periodista que reconocerá en esas palabras, el apoyo y la solidaridad de quien siempre sintió orgullo de ella.

Jorge Rivera Nieves, Yolanda Vélez Arcelay, Rafael Lenín López, Nydia Bauzá y José Elías Torres, fueron periodistas íntegros que entrevistaron a Filiberto en el clandestinaje, y asumieron, cada uno de ellos, el precedente de Daisy Sánchez, con todas las implicaciones de los peligros a los que se exponían. Tal vez, algún periodista sin la disposición, la vocación o el coraje de los anteriores, hoy día esté lamentando no haber tenido el valor de haber aceptado el reto.

Debo mencionar otras dos personas, ejemplo de la clase periodística, que aunque no entrevistaron a Filiberto, posiblemente hayan estado a punto de hacerlo: Manny Suárez y Jesús Dávila. Cuando Luis Colón Osorio fue arrestado, en 1992, entre sus documentos se le encontró información sobre Manny Suárez, implicándose un posible contacto para una entrevista con Filiberto. Cuando Filiberto es asesinado, el 23 de septiembre de 2005, Jesús Dávila es el periodista mencionado por Filiberto como la persona ante quien él se entregaría.

Los nombres de Daisy Sánchez, junto a los de los periodistas mencionados, conforman un paradigma para la profesión periodística en Puerto Rico, en América Latina y en el mundo. La vocación está en ellos. Su dedicación, investigaciones y persistencia han llevado su periodismo al nivel investigativo, para hacerlo brillar con un contenido sustantivo, que nos ha permitido a las y los puertorriqueños crecer en el conocimiento y en el análisis de nuestra propia realidad como país. A las periodistas y a los periodistas íntegros de Puerto Rico, nuestro agradecimiento y nuestra confianza. Confianza que Filiberto siempre les tuvo, acompañada de respeto.

Muchas gracias.

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