Escrito por: Hecmilio Galván* (triunfaremos@gmail.com)

Digo la verdad, no es que me sobren las fuerzas en este momento. La tragedia ha sido tan grande que ni llorar vale la pena. La premura es tanta que ya ni podemos detenernos a sufrir el dolor del hermano; que ya ni podemos asombrarnos ni jadear, abrir la ventana para respirar el aire lleno de polvo y llanto. Sólo nos queda una simple esperanza, mover el brazo, menear los dedos, hacer algo.

Llueve sobre mojado, los cielos se ensañan sobre una tierra, aunque seca, que no aguanta más sangre sobre su espalda, que la rechaza como diablo a la cruz, que la sufre más que todos.
No bastaban 200 años de saqueo, ahora sólo queda la tierra, la piedra que resistió y el canto dulce y triste de la madre.

Pero yo veo luz, hasta dentro de la tempestad. Ahora nos estamos uniendo. Todos los que vemos el sol de la mañana cada día, de este lado con más suerte, nos tenemos que entregar.

Ya hay una cadena, de los eslabones más dispares, pero unidos por un sentimiento de hermandad que despertó, que desde siempre quisieron torpedear, pero que florece asombrosamente en la tragedia, cual puente del dolor, nos ha unido para siempre.
Tuvo que llegar la sangre al rio para que muchos entraran en razón.

A pesar de todo el país se está volcando, casi todos, casi sin excepción, quieren ayudar de alguna forma. Son pocos los que aun se detienen a medir cuantos gastamos en socorrer al hermano. A estos cuervos de las cuentas y los odios hay que dejarlos ahora que se hundan en su pestilencia de monedas y malos pensamientos.

Hasta los frívolos ministerios, donde creíamos que quedaba menos bondad que honestidad, han reaccionado. Desde aquel martes parece que también gobiernan para Haití.
Sí, todos nos hemos ido volcando poco a poco y faltan más.

No importa cuánto, son nuestros hermanos que necesitan salvarse, y eso es lo que importa.
La patria diminuta y frágil se agiganta en la bondad. La solidaridad nos muestra el camino.

El martes, que dolió más del otro lado del Masacre, será un antes y un después. Nos cambió la vida.

La tragedia en la isla es la tragedia de todos, pero también nos demostró que a pesar de todo lo que digan los que nos quieren dividir, la sangre sigue, ahora más que nunca, pesando más que el agua.