Wild, Wild, West

Por Hecmilio Galván

Email: triunfaremos@gmail.com

17 de septiembre de 2010

Si tú, lector, lectora, eres de los que aun le tienen miedo a morir, de esos que tienen pavor por los disparos y a la sangre, de los que quiere morir en una cama, y evitas a toda costa los peligros y los pleitos...

Si eres de los que no matas una mosca, y evitas tomarte un frío-frio, montarte en una montaña rusa o en la cola de un motor, que es peor...

Si te criaste descalzo, achicando becerros, montando bicicletas, haciendo tirapós y chichiguas; entreteniéndote con Bugs Bunny y con las travesuras de Félix el Gato, callejeando en una aldea polvorienta; y las únicas escenas de violencia que conociste fueron las de las mujeres montadas en los mortuorios o las de los que se emborrachaban en noche buena...

Si te cuidas, a pesar de los pesares; Si añoras la tranquilidad…

Entonces qué carajo buscas en este paisaje, mejor cómprate un boleto de ida a un lugar que tenga nombre y lárgate de una buena vez de esta desgracia, si no quieres que un mal día, te levantes con una sorpresita de esas.

Porque el problema de aquí, no es precisamente la Mara Salvartucha, no. Tampoco el crimen organizado, ni tampoco el crimen del Padre Amaru.

El problema aquí es que un raso de Amet, un día lindo y cualquiera, puede dispararle a quien sea en la Churchil con 27, con amparo y una pistola y alegremente entregada por un General con fincas y villas, quien a su vez, es amigo de un raro empresario con dealers, bombas de gasolinas y bancas de apuestas, que también ocasionalmente puede ser síndico o senador de algún lugar, y que está a las ordenes (cuando quiere) de un político multimillonario, aquel que viaja en helicóptero y juega golf, que los protege a ambos; pero sobretodo, que saca algunas migajas para boronear a unos periodistas y así digan que no fue nada, que se trató de una ocasional y cotidiana confusión y que todo está y seguirá bien (para ellos claro). Si algún incauto se da cuenta, entonces para eso están los jueces que les sirven, con su mallete, para dar el último palo por la impunidad y la desventura.

Ahora bien, si acaso no eres de esos y te decides quedarte aquí, ¡entonces cuentas conmigo!

Pero para que cambiemos esto.