Escrito por: Chiqui Vicioso (luisavicioso@hotmail.com)

Estuve en la presentación de tesis de la hija de un amigo en la Pontificia. Jacqueline es una muchacha ejemplar con índice de cuatro, y las compañeras que esperaban con ella los resultados de su presentación eran todas estudiantes con el mismo record. Es el paraíso de la clase media, otro país que se gesta paralelo a la brutalidad a que vive sometida la juventud popular.

Pensando en eso estaba, cuando una noticia me sacudió: la existencia de una brigada de la policía llamada “Los Topos” cuya función parece ser aterrorizar a la juventud de los barrios populares para que sus jóvenes no se atrevan a cruzar las líneas geográficas invisibles que ha trazado la dictadura de clases de la gerontocracia contra una masa de jóvenes que es aproximadamente el 60% de la población.

Un psicópata llamado Capitán Mariñez y un agente llamado Bonifacio, de la brigada de enfermos mentales de la Policía, habían asesinado a un estudiante nocturno que regresaba de tomar un examen y al verlos, como es lógico, se había asustado y buscado refugio en una casa de Cristo Rey. En la casa le dieron 12 tiros, sin averiguar ni siquiera quien era y sin respetar su uniforme escolar, y habían tratado de asesinar al dueño de la casa, Abraham Mesa, que les pedía una y otra vez que no mataran a Jonathan Báez.

Me quedé con la boca abierta ya que, según tengo entendido se había despedido al jefe de la policía anterior, a quien apodaban “el cirujano” por los disparos en las piernas que dejaban a los muchachos inválidos, y resulta que este jefe de la policía, (que no tiene además el beneficio del rostro angelical del anterior, quien además se atrevía a comulgar), ya ni siquiera permite que se dispare a las piernas o espaldas de los muchachos sino que ha creado una unidad de asesinos que se llaman a sí mismos Los Topos.

Ninguna guerra contra la droga, en ninguna parte, que debería ser una guerra contra la miseria y el desempleo que son su caldo de cultivo, amerita este tipo de barbaridad y si aquí se tomara en serio el Derecho Internacional Humanitario, que beneficia hasta los criminales de guerra, este exterminio no continuaría.

El presidente es de Villa Juana y creo que si hubiera crecido en este tiempo jamás hubiera ocupado esa posición, porque regresando de noche de la universidad lo hubieran podido confundir con un “tíguere” y lo hubieran acribillado. Los asesinos institucionales no entienden que matar, espiritualmente hablando, es un karma que te persigue hasta el fin de tus días y que afectara a tus descendientes hasta la quinta generación, en este país de pseudo cristianos, donde las Iglesias aún no se lanzan a organizar Comités de Madres contra la Violencia Barrial que saquen a los topos de sus hoyos y los metan en el Psiquiátrico, donde, con el perdón de los locos, pertenecen