Unas cuantas palabras
Franiel G.
Antes de empezar con las breves palabras que me convocan hoy a este lugar, quisiera leer la “Alabanza” que dedica Gautier en su obra a su tío Herminio Ricardo, Soldado y Gavillero, durante la primera ocupación militar norteamericana a nuestra Patria e inspirador de uno de los personajes:
“Alabanza
“A Herminio, gavillero y patriota
“He escogido este momento en que ya tú, vencedor vencido, estás esparcido por las tierras que amaste y defendiste... y, debo decir, luchar por impedir los estragos de un enemigo insolente es la manera más noble de amar. No voy a reclamar que fuiste igual que Heracles, superando los trabajos heroicos que el hado te impuso, ni voy a suponer que, en algún momento, no temiste tu propia destrucción en el fragor de una escaramuza. Tu nombre tiene como raíz el de un hijo de Zeus, al que éste convirtió en dios de la elocuencia, del comercio y de los ladrones, y a quien hizo mensajero de todos los dioses. Lo escogió tu padre por ser el de tu abuelo, un antepasado que nunca conociste porque se quedó allá, en aquel villorrio español cerca de la frontera con Portugal, donde la tierra y las parras tenían prioridad sobre las vidas de los lugareños. Por eso emigró tu padre a la isla, en busca de reparación, y fundó, con varias mujeres, una dinastía de muchos hijos e hijas que, de tu parte, se multiplicó con el semen que prodigaste. Tu madre, mulata de la playa, con los pies descalzos y el pelo suelto en la brisa, recogía caracolas. Era su manera de protestar por una vida que comenzaba y terminaba en los cocales, en procura de la médula blanca y dulce que los amos acumulaban, procesaban y vendían hecha copra en los mercados extranjeros surtidos por las goletas marineras de las islas. Tu padre la fascinó aquel día en que el ferrocarril que conducía frenó rechinando, con un ruido infernal, para evitar el desmembramiento de un buey en medio de los rieles. Desde el cocal donde trabajaba, ella lo vio descender de la cabina, arrimarse al bruto y azuzarlo repetidamente con un palo puntiagudo sin conseguir moverlo. Ella se acercó averiguadora y, sin temor alguno, agarró al animal por los cachos y lo dirigió hacia el pastizal, como hacía desde pequeña con las reses mansas que entraban al caserío arenoso donde vivía. El cuidado que puso tu padre para defender la vida del buey le pareció a ella un gesto noble, casi heroico, y te concibieron una noche de luna llena, bajo los cocales que tanto la atormentaban.
“Encaraste a un enemigo cruel y luchaste hasta morir. Los desvalidos a quienes defendiste te amaron, y los invasores a quienes enfrentaste tuvieron que reconocer tu valor; pero, con tu origen vulgar y tu enfrentamiento infructuoso, ¿qué noble poeta o excelso prosista se inspiraría para ofrecerte un epinicio?
“Está claro. En una sociedad de héroes portentosos, aupados por contribuir a consolidar las apetencias de los grupos dominantes, el desprendimiento y el arrojo no son virtudes suficientes para reconocer el valor de uno de sus miembros, mucho menos si éste ha cometido la osadía de combatir a sus favoritos.
“Hay un puesto, sin embargo, para ti, entre los dioses de la santería. Tu retrato seguramente está en algún altar, al lado de las imágenes de san Carlos Borromeo, san Miguel Arcángel y santa María Magdalena, donde, en ceremonias recordatorias, desenfrenadas, al ritmo de palos y entre cánticos repetidos infatigablemente para invocar a Papá Candelo, dios de la guerra, un “papá bocors” o una “metresa” se desprende de su ser y te toma en espíritu, para recrear tu valentía, aplaudir tus acciones y mantener tu presencia. Te quedas en el aire de los montes, te escabulles entre los pedrejones de los ríos, penetras en el enredo de los manglares, y esperas, en el verdor que tanto amaste, el llamado a esa ceremonia conmovedora, que no ocurre todos los días y que, cada vez, se retrasa en el tiempo, igual a como se deteriora y apaga tu retrato”.
El contexto donde se desarrolla la historia es el de la primera ocupación norteamericana en el año 1916 que se extenderá hasta 1924, trayendo como consecuencia la consolidación del poder imperialista, sentándose en la base que le permite el andamiaje de poder proveniente del eje social-económico-militar-político que ellos se aseguran instalar para así mantener un control futuro de las riendas del país.
Tomará algunas décadas para que nuevamente los marine impongan su modelo de sociedad a fuerza de sangre y fusil, pero ya esa es otra historia, que no nos corresponde en este momento
En cuanto a los personajes de la obra, claro, hay que darles siempre la primera oportunidad a las damas.
De Teonil Ubiera, la señorita que se ve atrapada en una sociedad sumamente atrasada para su propio gusto, sólo se puede decir, lo que en un pase del libro, Gautier pone en boca de Licinio Gómez: “—Ella es una mujer completa”. Posee todas las características de ser una mujer fuera de lugar.
En ella reside el germen de la iniciativa y creatividad que se necesitará a través de la narración para impulsar a los personajes en tan arduas travesías. Una veces como un ser excitante que te arroja a la batalla empedernidamente, en otras ocasiones, como un ser angelical que cuidará y repondrá las fuerzas de un Nilo postrado en un coma.
Pero no así debemos caer en el engaño y verla solamente como la mejor prueba de la femineidad, sino también, como una mujer de un carácter imponente. Que se abrirá los caminos necesarios para lograr sus metas dentro de una sociedad en la que se encontrará sometida a una doble dominación, una por parte de una jerarquía patriarcal y otra por el elemento de la ocupación extranjera.
Es Herminio, gracias a las circunstancia de la ocupación, arrojado hacia los montes, convirtiéndose así en el valiente alzado, en el gavillero. Es un hombre de un pragmatismo singular que se verá afectado en varias ocasiones de la obra por eventos fuera de su control.
Es el digno representante de esa raza diferente de hombres que un día, impulsados por las injusticias y los abusos cometidos por los extranjeros y el amor común a la Patria, se ven alzados en los montes del Este, sólo con las armas que podían sostener en las manos y la organización que el mismo monte les obligara ha adoptar, pero eso si, con un eterno coraje y espíritu de lucha contra el enemigo de la Patria, tanto el extranjero, como el nativo traidor.
En Herminio vemos al hombre común, el que entra en la plaza del pueblo y pasa como unos más de tantos campesinos, que en su seno albergan sueños y esperanzas más allá de las que el campo puede ofrecerles y que termina siendo un guardia más, hasta que la historia le juega una trucada.
Nilo es un ´malandrín´, un joven con profundas convicciones nacionalistas y de ciertas tendencias revolucionarias, que una que otras veces, se ven flaqueadas por las debilidades del cuerpo.
Es el activista político que no sólo militará en la causa Patria, más allá de la expulsión de las fuerzas de ocupación, si no, también, que deseará desprenderse de los viejos caudillismos que mantienen sometida a la Nación a la ignorancia y el subdesarrollo, que impiden el progreso y la institucionalidad necesaria para convertirse en una verdadera nación republicana.
Es también poseedor de una vital fuerza interior, reimpulsada por la Reina de las Aguas, su protectora y su vigorizante, que introduce lo mágico-religioso a la obra.
Nilo es el hombre de acción e ideas que junto a Teonil y Herminio se conjugará en la obra de Gautier para combinarse y contraponerse unos a los otros.
Un trío enigmático que al final terminará disolviéndose por la misma causas que lo unieron, como bien lo entendía Herminio, cuando termina con la siguientes palabras, “—Tranquilícese, compadre. En estas luchas por nuestra tierra, ellos son siempre los que se van y nosotros los que nos quedamos”.
Es el trasfondo de la obra de Gautier, que nos muestra, a través de estas tres vidas sumamente opuestas, un problema frontal de la sociedad dominicana, que es el despojo obligatorio que debemos hacer de la dependencia que arraigamos para poder ser verdaderamente libres.
Dependencias no solamente de fuerzas foráneas, si no, también, de todo vestigio de sentimiento antinacional que todavía se muestra en nuestros representantes políticos, tanto dentro, como fuera de los estamentos gubernamentales.
Y peor aun dentro de nuestra propia cultura, que es hoy desplazada por cánones externos a nuestra propia identidad nacional.
Así hemos de tomar una iniciativa verdaderamente creadora para revolucionarnos nosotros mismos y así lograr cautivar a las grandes mayorías de nuestro pueblo.
Son la creación, la militancia y la persistencia, las claves obligatorias para la liberación y el desarrollo tan deseado por nuestro pueblo.
No quisiera terminar sin antes decir, que es hoy necesario, como nunca, la multiplicación de muchos Herminios, Teonildes y Nilos.
En fin, estas palabras quiero dedicarlas a los Gavilleros del Este, hombres con tantas historias poco contadas, pero muchas veces calumniadas.
Muchas gracias y buenas noches.
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