24 Mayo 2012, 8:09 PM
Escrito por: Hecmilio Galván (galvan.hecmilio@gmail.com)

Las democracias burguesas se sostienen en lo fundamental por la coacción psicológica sobre las masas populares y por la ilusión de libertades y del funcionamiento de las instituciones. Esa ilusión se renueva en cada proceso electoral, donde éstas generalmente asisten como vacas mansas en la interminable fila del matadero.

Cuando se quiebra el tenue equilibrio y las instituciones y las leyes pierden su valor simbólico de autoridad y fe pública, se va despejando la ilusión por la que tienen idiotizado a las mayorías y eso es un peligro para estas falsas democracias

Soy de los que pienso que una parte fundamental de lo que sucede en el país corresponde a las malas actuaciones del liderazgo político, económico, militar y social del país, lo que se convierte en mal ejemplo para el resto de la sociedad. La inversión de valores y la impunidad que sucede arriba, se reproduce y se convierte en referente para toda la sociedad.

El peligro de imponerse por la fuerza, la coerción, el soborno, la violencia, el secuestro de instituciones, la compra de conciencia, es que les quita la venda a las personas.

En primer lugar, la imposición por la fuerza desmonta la ilusión sobre el poder de las instituciones y el imperio de la Ley. Hace tiempo que las leyes y las instituciones en el país venían quebrándose moralmente, sin embargo, la imposición sobre ellas por la fuerza, las debilita mucho más, lo que resquebraja la débil institucionalidad y acelera los procesos ya iniciados de deterioro institucional del país.

En segundo lugar, imponerse por la fuerza, desde arriba, manda una señal a toda la sociedad. La ya quebrada moral de los dominicanos sufre otro golpe. “El na’ e na’” sale fortalecido. Los muchachos de los barrios que ven cómo se impone la fuerza, entenderán que el Poder y la fuerza siempre se impondrán y por tanto seguirá fortaleciendo la selva de cemento en que se ha ido convirtiendo la Republica Dominicana.

Finalmente, el peligro de imponerse implica también para una parte de la sociedad la perdida de fe en sus instituciones y en el futuro del país. El sentimiento de aplastamiento estará gravitando por muchos años sobre mucha gente. La frustración puede convertirse en desaliento, cierre de empresas, en migración, en ahogamiento, y en una parte, en acciones desesperadas.

Creo que el mayor peligro de imponerse, además de que nos afectará a todos por igual, es precisamente que es muy difícil de olvidar.


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