Policía No me Mates
Escrito por: Hecmilio Galván (triunfaremos@gmail.com)
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La muerte de un estudiante de 23 anos en la capital, el asesinato vil de un anciano de 81 años en Monte Plata y la agresión brutal contra un reportero en Santiago, tienen algo en común. Son la más reciente escalada violenta de la Policía Nacional (ventilada en los medios) contra los ciudadanos honestos a quien le corresponde salvaguardar. Es la muestra más fehaciente y cercana de la indefensión en que nos encontramos todos los dominicanos frente al monstro que alimentamos con los impuestos.

La muerte de tres personas en los últimos días y la posibilidad real de que lo mismo nos pueda suceder a nosotros, a nuestros hijos, a nuestros vecinos, parientes o amigos, cuando venimos del trabajo, cuando salimos a comprar algún producto o cuando regresamos o vamos de divertirnos, en la puerta de nuestro hogar, nos aterroriza a todos.

Es por eso que en la internet se ha creado una corriente de opinión, sobre todo entre los jóvenes, que tiene como lema “Policía No Me Mates, yo me paro en lo claro” con el cual quieren expresar su indignación por lo que ha pasado y su reclamo porque cambie.

He escuchado a algunos, particularmente a gente e instituciones del pasado pedir, exigir reformas en la policía. Éstos que piden reformar lo irreformable, que piden lavarle la cara a la muerte, que piden perfumar la podredumbre, que piden adornar el camino al averno, son verdaderos enemigos de la paz.

La Policía Nacional (PN) está ya tan comprometida, penetrada por el crimen, identificada culturalmente con prácticas ilegales y con la represión; y afectada en sus diferentes estructuras, que definitivamente no puede reformarse.

Para recuperar la confianza de la población en un cuerpo armado de seguridad, hace falta una decisión de carácter estructural.

El movimiento de opinión que se ha gestado a raíz de las últimas muertes no podrá circunscribirse al tema de coyuntura, ni menos personalizar el problema en el actual Jefe de la Institución, sobre el cual pesan más acusaciones y tormentos que estrellas en el cielo.

Cierto es que mucho dolor debe embargar a las familias de estos tres dominicanos ultimados vilmente por la PN, desventura que ha acompañado también a miles de jóvenes de los sectores populares de Licey al Medio, Navarrete, Capotillo y San Francisco. Muchos asesinados, otros lisiados de por vida.

El peor dolor de todos los dolores es el desconsuelo de saber que todo quedará en la impunidad y el olvido después que se diluya en la pasmosa cotidianidad de la prensa amarilla, como quedaron los acribillados en La Caleta o los cinco fusilados del Mirador. Nadie nunca sabrá si los acusados del caso Baldera fueron culpables o no, porque la misma Policía se encargó de borrar la evidencia.
Al poco tiempo la noticia sale de los periódicos y "el bulto" se disipa y todo vuelve a la normalidad. Normalidad como cuando los matones de gris salen de cacería todas las noches, cotidiana y fría normalidad en las calles dominicanas.

El "macuteo" que es una de sus fuentes de financiamiento, asquerosamente legal y natural, se convierte también en un pasaporte al crimen y al asesinato.

Pero NO, el tema no son los cirujanos, ni los chequeos en la oscuridad...que todos sabemos que son atracos legalizados. Tampoco son las redadas, ni los palos en la marcha de los médicos, tampoco el sargento analfabeto tomando la querella. El tema no son los uniformes grises, ni la enorme corrupción del Generalato. Tampoco son los chuchazos del sargento Masámbula, las palizas del sargento “Cinco Cinco” o los cachazos de “Marino El Carcelero”. Tampoco son los crímenes de los tenientes El Hippie y La Cobra, ni las diabluras del sargento Tipo Tanque.
El tema tampoco son los intercambios de disparos, ni los sicarios, ni los fotomontajes especiales de esta Administración. El tema señores y señoras es que la Institución es incapaz de contener el crimen, porque ha vivido siempre en él.

El tema, queridos míos, es que no hay otra solución que prescindir de la actual institución y crear una nueva. Un comienzo nuevo que priorice la profesionalización de la seguridad, que elija, entrene, retribuya y supervise bien a su personal, que base sus acciones en el respeto más estricto a los derechos humanos, que abandone definitivamente sus características militares anticuadas para convertirse en un ente netamente civil y social. Necesitamos una nueva policía que no recuerde las décadas de terror ni las violaciones a los derechos humanos. Necesitamos una nueva institución que sea capaz de proveer la seguridad necesaria para el desarrollo del país.
Esta no es una conquista revolucionaria, ni mucho menos una demanda comunista. Todo lo contrario, sería una reforma tan burguesa y liberal como la conformación de un Congreso transparente.

Definitivamente los únicos que se benefician del Estado actual de cosas son los delincuentes y los policías malhechores, ambos, asociados con el padrinazgo de los políticos de nuestra partidocracia corrupta y corruptora.

Sé que corro un riesgo por decir esto, pero también estoy consciente que si alguien no se arma de valor y lo asume, no seremos capaces de enfrentarlo y resolverlo.

Espero, sinceramente, no estar hablando al vacío