El humo sobre los colegios.

Por Hecmilio Galván

Email: triunfaremos@gmail.com
08 de octubre de 2009

Siempre he pensado que una de las principales diferencias, quizás una de fondo, entre las visiones políticas de los sectores de avanzada frente a los sectores retrogradas, es la capacidad de los primeros para profundizar en los temas y en las soluciones que plantean. Los problemas, enfrentados desde una perspectiva progresista, tienden a tener soluciones integrales, de raíz; es decir, reconociendo la totalidad de las variables involucradas, enfrentando en general los impactos por diversos que sean y contando con una mirada que apunte al proceso, con sus causas, consecuencias e implicaciones.

La visión de los sectores retrogradas, por su parte, se caracteriza por ser parcial, omitiendo variables y elementos involucrados, y por tanto generando soluciones inefectivas, regularmente de corto plazo, coyunturales y enfocadas más en las consecuencias que en las raíces de los problemas.

Eso sucede generalmente con los debates sobre los temas nacionales; qué, más que debates, se convierten en ruidosas cantaletas, precedidas por denuncias que después son contestadas por dos o tres gallos locos, un in-funcionario de turno o un diputado despistado que siempre opina con faltas ortográficas; las bocinas, finalmente, rematan la función.

Ciertamente, las discusiones en República Dominicana suelen quedarse en la superficialidad, en la coyuntura, en la alharaca. Todos los temas se convierten en chisme, en ruido o relajo; logrando así que no se discutan a cabalidad, y por tanto, que no se logre navegar hacia la profundidad que permita pensar en soluciones verdaderas o definitivas.

Al fin y al cabo, este fenómeno es completamente funcional a la caterva de buitres que tenemos como políticos, cuya especialidad está en la discolay, embadurnar con afiches, regalar lavagallo y encaramar a las menores en minifaldas en las patanas. Uno que otro patrocina un juego de pelota, reparte canastas y besuquea las viejas con rolos.

La falta de discusión, de generación de conocimiento en el fragor del debate de ideas, permite sustentar un modelo económico y político que se crece con la ignorancia, que se sostiene con la alienación de “los/as pendejos” y que se recicla por la inacción de los actores perjudicados, o sea nosotros.

Este fenómeno se manifiesta mejor con el controversial tema de los colegios privados, sus tarifas y sus fenomenales pretensiones de cobrar por adelantado el servicio.

De inmediato se escuchó el grito al cielo; padres y sus supuestos defensores, reclamaron retirar la posición de los colegios privados, mientras algún diputado pidió legislar sobre el tema. El Secretario de Educación, por su parte, se quitó el saco y se metió al Rin como “mediador” para tratar de apaciguar las aguas.

No creo de ninguna manera que los dueños de colegios privados confiaban en que su estrambótica intención perduraría en el tiempo, más que nada, intentaron ganar tiempo y presionar desde una posición de fuerza. Ahora, con más fe, podrán realizar impunemente sus cotidianos aumentos (que es lo que realmente les interesa), forzar a negociar con ellos y asustar aun más a sus ya aterrorizados e infelices clientes.

Pero me pregunto, ¿cuantos “papagayos” han querido tomar el toro por los cuernos y han enfocado el tema hacia la política educativa?

¿Cuántos comunicadores, políticos, padres, secretarios u opinadores hablaron del fracaso de la educación dominicana que hace que muchos padres tengan que buscar soluciones privadas?

Yo estudié todo el ciclo básico y medio en el sistema educativo público, y a pesar de que las condiciones materiales probablemente no fueron las mismas, creo haber recibido una educación de razonable calidad, sin grandes diferencias de los colegios privados. Después de todo, el tema de la calidad de contenido de colegios públicos frente a escuelas privadas puede ser discutido.

Ciertamente que hay nichos de elevada calidad en algunos colegios privados, y sobre todo, hay mayores oportunidades de maestros mejor pagados, mayor acceso a las tecnologías, a los libros y a la información en general, y sobre todo, mejores condiciones para estudiar tanto en la casa como en el plantel; pero hay también grandes riesgos como producto de la visión de la educación como un negocio, y del desorden administrativo-curricular por la falta de supervisión y homogenización de criterios y sistemas pedagógicos.

A pesar de todo, creo que el criterio de la calidad no es el que prima al momento de decidir sobre el tipo de educación que recibirá el/la niño/a. no hay suficiente información, más allá de la presunción, que permita tomar esta decisión. Creo que más bien este juicio se ve influido por la desconfianza generalizada de las y los padres sobre el sistema público, por un tema de tradición, o bien de seguridad, de clase y escalamiento social, y/o por la natural comodidad material que ofrecen los centros privados. Otras razones quizás menos comunes están vinculadas con el acceso, sobre todo, por la insuficiencia de planteles públicos en algunas zonas.

La realidad es qué, sea por lo que sea, los padres dominicanos de ingresos medios y altos, e incluso una porción de ingresos relativamente bajos, decide ingresar sus hijos/as en colegios privados, principalmente porque desconfía de la educación pública; y lo ve como una obligación moral, sangrando así mucho más los disminuidos ingresos familiares.

Para el 1961 el sector privado no superaba el 2% de la población estudiantil del nivel básico y un poco del nivel medio, sin embargo, dada la continuada desatención a la escuela pública, la población estudiantil de tipo privado alcanzó el 10% en el 1970 y siguió aumentando hasta alcanzar el 23% de la población estudiantil en el 2007. (Datos plan decenal e educación 2008-2018)

El Estado dominicano, y quienes lo hegemonizan, sabiendo que es su obligación ofrecer una educación de calidad para todos los/as niños/as y adolescentes para garantizar un derecho humano básico, se hace de la vista gorda, sin preocuparse por cumplir con esta función fundamental.

La crisis sistémica del sistema educativo (tanto público como privado) provoca que los ciudadanos opten por el sistema privado como opción aparentemente más confiable, aunque esto signifique pagar doble por un servicio que ya se paga en razón de los impuestos.
Con el dinero que debería destinarse a ofrecer un servicio de educación pública, gratuita y de calidad para todos/as, los politicastros criollos engordan sus cuentas y se regodean de lujos y manjares.

Los dominicanos/as, mientras tanto, idiotizados como si fuera una hipnosis; Distraídos del verdadero problema de fondo, que es la irresponsabilidad estatal, enfilan sus cañones hacia las malignas garzas. De esta forma se mantiene intacto el círculo vicioso que mercantiliza la enseñanza, le resta la calidad, genera división social y estimula indirectamente la existencia de un modelo injusto para las grandes mayorías.