La Poesía no ha muerto


Escrito por: Hecmilio Galván (triunfaremos@gmail.com)
Aún no sé qué está pasando, pero, cuando las esperanzas vuelven, como si fuera una dama de compañía, vuelve la poesía.

Unos tontos creían que en una combinación alevosa, como asociación de malhechores, los microchip, el “perreo” y el “mambo violento” se habían unido para enterrarla; ella riendo a carcajadas demostró que nunca se iría.

Y es qué, sin pedirle permiso a nadie, sale del papel o de la boca y entra como afilado puñal directamente a los corazones de quienes escuchan, leen o tientan.

Y si es buena, conmueve, confunde, se hace sentir.

Cuando llega inunda, toma por asalto y embelesa todavía.

Eso fue lo que pasó el pasado jueves en el Teatro Guloya, durante la Noche Bohemia de La Multitud. Muchas energías y sueños como que se conectaron en el medio de canciones y poemas para disparar las utopías que no se derrumbaron.

Vi muchos rostros renovados, vi brotar de nuevo una sonrisa en la fe de que esto cambiará. Y es que precisamente, una vez vayamos limpiando el corazón de frustraciones, traumas y derrotas, podremos poner en su lugar, en él, sueños, proyectos y caminos para recorrer.

Y para eso la poesía es un arma; no conozco revolución en la historia que no se haga custodiar por ésta, aunque se destaque más al junto de la guitarra, el piano o el tambor.

Aquí, una revolución que no esté acompañada de la bachata, su amargue y el guitarreo que invita a dar tres pasos para atrás y tres pasos adelante, está perdida.

La Noche Bohemia del pasado jueves me lo confirmó. No sólo es que la mayoría de este pueblo (expresado en todas las generaciones) necesita un cambio, si no, que lo quiere a pesar de que no lo parezca.

Nuestros enemigos nos han llevado a pensar lo contrario y a frustrarnos por ello, a perder la confianza en nosotros mismos, y como tal, a tumbar el brazo que puede cambiar el rumbo torcido con el que se benefician.

Pero no hay mejor pócima para despertar. Sólo necesitamos un buen exorcismo, sin cruces ni biblias, sólo con versos y acordes y quizás tambores, para que nos devuelva la fe y confianza, y con ello, el deseo y la fuerza para movernos; que es lo que se necesita.

Ese despertar que queremos, y que será algún día, no tiene que desesperar ni cansarnos. Tampoco hay que decepcionarse, será el fruto de un árbol nuevo que nos cobije a todos, y para eso, deberemos seguir sembrando; que no importa, que las semillas siempre serán pequeñas.