Por H. Galván


17 de octubre de 2006

Parece un cuento extraído de alguna mitología ancestral o una estancia de “la mar” poética, pero es un pueblo.

Parece un recuerdo del antaño glorioso, de los tiempos de Macabón y del renacer del Nordeste, pero hoy es un olvido.

Parece un lugar, pero es la única tierra donde el mar, al besarla, se vuelve mujer.

Sabana de la Mar, pudo haber sido el legendario puerto donde Louis Marie Ferrand intentaba construir “Puerto Napoleón” antes de que Pedro Santana padre le cortara la cabeza en Palo Hincado, pero se quedó místicamente en el tintero.

Mística la “Novia de la Bahía” que baila al ritmo de las olas del paisaje más hermoso de esta media isla de pesares y encuentros.

Sabana de la Mar, encallada por desgracia o por amor de Dios de aquel lado de la cordillera oriental, pertenece a la provincia de Hato Mayor, pero eso de nada le sirve. Si antes perteneció al Seybo, y los pocos recursos repartidos se quedaban en la común cabecera, hoy con Hato Mayor nada parece haber cambiado.

Sabana de la Mar y Miches, solitarias en una llanura costera atlántica, hoy son casi islas. Las vías de acceso que comunican a esas poblaciones no pueden estar más deterioradas. Gobiernos van, Gobiernos vienen y ninguno se digna a reconstruir las carreteras Hato Mayor-Sabana de la Mar y Sabana de la Mar-Miches.

Cierto que es una zona paradisíaca, propicia para el turismo, pero sin vías de acceso no hay turismo que de desarrolle.

Hace falta empleo y oportunidades, la economía de la pesca y la agricultura están arruinadas por el modelo económico, la falta de inversión no permite desarrollar un turismo con potencial insospechable.

La falta de servicios básicos, la falta de simple pavimentación de las calles, complican la supervivencia en una cercanía alejada por la negligencia de los que mandan.

Los que mandan, de los colores que sean, debieran preocuparse por el interior del país, por nuestros municipios, por nuestras regiones, pero no lo hacen. ¡Sólo les preocupa el Metro y la Constitución a su medida!

No se preocupan por dotar a nuestros poblaciones de las condiciones, mínimas para subsistir, al no haber ni universidades, ni empleo, ni servicios públicos, los que pueden (y los que no) se ven forzados a emigrar a la gran ciudad.

Nuestras ciudades centrales se vuelven insostenibles, crece la densidad, crecen los problemas urbanos.

Los pueblos, ahora despoblados, pierden sus valores culturales, pierden sus elites urbanas, pierden sus tradiciones en la vorágine del exilio económico.

Al perder sus valores, pierden también su identidad, y comienzan a deambular por los vacíos; y los vacíos se tragan el aliento de los que pueden revertir los pesares. Esos pueblos olvidados, que hoy se despueblan, tienen que renacer.

Sabana de la Mar con sus encantos tiene que volver a ser espléndidamente La Novia de la Bahía.

La Señorita Elupina, santa humilde que el Vaticano olvidó y la Cruz que frena la mar, se unirán en un sólo rezo por el futuro de una población desdichada por la irresponsabilidad de los que mandan.

Cuanta riqueza cultural acumulada en la virginal mirada de la costa, irrepetible. Los Haitises, la Bahía, el Muelle desdoblado por el tiempo, Caño Hondo, la Minuta y el pescado fresco, los cangrejos, el agua de coco, las historias de vacá’s, el diablo y los demonios en personas, el Bote de las Cuatro, la Bocina de Tití, Atina, Capitán y otros locos, Villa Suiza y otros recuerdos, hacen de este punto de la isla, un recóndito espacio, desconocido para la mayoría, olvidado y saqueado por los políticos, pero querido e inolvidable para muchos.

¿Volverán los hijos de la novia a recorrer descalzos los caminos de la playa, a pisar la arena y a enmudecerse con la imperecedera salida del sol de oriente?

¿Volveremos a ver el Club 12 de Octubre, los carnavales, los reinados, el palo enceba’o y la carrera de la Sortija?

¿El día de San Andrés?

Ojalá

Volvamos.

(Para Arturo Peña, un lector)